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Mostrando entradas de marzo, 2021

La colada de la costa

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  Las vías pecuarias eran rutas trashumantes que seguían los pastores con su ganado para cambiar las zonas de pasto entre las distintas estaciones del año. En su origen se distinguían distintas denominaciones según la anchura de las mismas. Las mayores eran las cañadas, que medían 90 varas castellanas (75,22 metros), luego venían los cordeles, con 45 varas (37,61 m.) y las veredas, con 25 varas de anchura mínima (20,89 m.). Las rutas para el ganado de menor anchura se llamaron coladas. Dado que, en la actualidad la mayor parte del transporte del ganado se realiza en camiones o en ferrocarril, estas vías quedaron en desuso y muchas de ellas, como la que nos ocupa, pasaron a ser senderos aprovechados para el ocio y el contacto con la Naturaleza. La llamada Colada de la Costa, que en tiempos pasados facilitaba el movimiento de ganado entre Tarifa y Algeciras, discurre entre estas dos ciudades. Podemos dividir el trayecto en dos partes: Tarifa- Guadalmesí y desde aquí a Punta Carnero. En

CONCIENCIA

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El capítulo siguiente es la tristeza, ¿y después? Rosa María Artal

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  La tristeza por la basura –corrupción troncal– que nos asedia con total impunidad precisa soluciones y prevención. Cuando cada día se agravan los motivos pisoteando a los ciudadanos y sus derechos, ¿cuál es el capítulo siguiente?

Eudald Carbonell : «Si no hacemos autocrítica, estaremos acelerando el colapso de la humanidad»

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"Si no hacemos autocrítica, estaremos acelerando el colapso de la humanidad"

Los del monte. Alfonso Benítez

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  Eran capaces de crestear por una arista de una sierra en noches de poca luna, se movían por el monte con tal velocidad que sorprendían a sus perseguidores que todavía los buscaban en el valle o aldea anterior, trochaban por senderos que solo ellos conocían, trasponían cerros y montes con todos sus útiles a sus espaldas, cruzadas por el mauser o el naranjero. A esas capacidades físicas, de orientación y conocimiento del medio en el que se movían, hay que añadir otras que les dignificaban por su constancia, bravura y convencimiento en sus ideales . Para ello, sacrificaban propiedades y familia, lo perdían todo excepto su dignidad, luchaban por la libertad en primera línea de fuego, constantemente perseguidos y al final, abandonados por todos, incluso por los que, en teoría eran sus superiores o mandos del mismo bando, quienes les ordenaban en la distancia, cómodamente instalados en el exilio y muy lejos de la realidad que se vivía en los montes

La ecoaldea hippie en la cima de una montaña de León

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  Ecoaldea en la cima de una montaña de León

Tiempo de cigüeñas

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  Ya está aquí el tiempo de las cigüeñas

Una tormenta en el monte. Relato de Enrique Emberley

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  Por aquél entonces no estaba prohibida la acampada libre ni había pensamiento siquiera de declarar muchos de los parques naturales de hoy en día. Era simplemente el monte. Ni siquiera existía el concepto de senderismo: los que peinamos canas hoy, cuando éramos jóvenes nos íbamos al campo. Igual que lo que antes era irse al pueblo, ahora se denomina hacer turismo rural. Si el cuento de Caperucita se escribiera hoy, diría el autor que se trataba de una menor desprotegida, que probablemente acabaría siendo tutelada por los servicios sociales por abandono del obligado cuidado preventivo de sus progenitores, que marchaba por un paraje natural con una figura legal de protección oficial, cuando se le acercó un animal en peligro de extinción y, por tanto, protegido por la ley, etc., etc. Pues resulta que un grupo de locos por la Naturaleza estábamos acampados en lo alto de lo que antes llamábamos el monte. Nuestra flamante tienda canadiense estaba montada en mitad de una dolina y desde all