Llega el tiempo de la berrea.

 



En la segunda quincena de septiembre, a comienzos del período otoñal y coincidiendo con las primeras lluvias tiene lugar el celo del ciervo rojo (Cervus elaphus), lo que se conoce en nuestros campos como la berrea. Se llama así porque los machos de esta magnífica especie, al entrar de lleno en su tiempo de reproducción e inundados de hormonas sexuales, emiten unos bramidos guturales que atronan por los montes mientras patean el suelo, marcan los árboles y dejan restos de sus fluidos corporales avisando de su fortaleza a los jóvenes y posibles competidores que se atrevan a desafiarlo. Si algún otro macho cree que tiene posibilidades, llegarán a enzarzarse en luchas ritualizadas que acaban en asaltos frontales enlazando sus espectaculares cuernas, empujándose mutuamente y persiguiendo al perdedor hasta expulsarlo del territorio donde están las hembras. Aquellos que vencen son los que logran reunir un harén de hembras y podrán transmitir sus genes en la próxima generación de cervatillos.




          Estos nacerán al cabo de los ocho meses posteriores y estarán bajo la protección de madre durante todo el año siguiente, al final del cual se independizan. Las hembras solo son fértiles durante un tiempo muy corto, por lo que los machos dominantes deben cubrir al mayor número de ellas en un escaso plazo y la vez defender el harén y expulsar a los competidores, lo que supone un desgaste de energía enorme.




          Una vez concluida la parada nupcial, que suele coincidir con el acortamiento de los días y la llegada de los primeros fríos, allá por finales de octubre generalmente, los machos volverán a su vida solitaria y a reponer las fuerzas pérdidas. Algunos machos se hacen acompañar de otro ejemplar más joven, lo que los monteros llaman el escudero. Durante las últimas semanas de invierno o a principio de la primavera se produce el desmogue, que consiste en la pérdida total de la espectacular cornamenta, que volverá a formarse paulatinamente hasta completar su total desarrollo a finales del verano. Las hembras, los jóvenes y las crías permanecerán juntas en un rebaño para pasar el invierno.




          Las demostraciones de poder de los machos que se producen en la berrea es el mecanismo natural mediante el cual se seleccionan a los individuos mejor adaptados y solo estos tendrán la oportunidad de reproducirse. Es un espectáculo realmente fascinante y que atrae cada vez más a todos aquellos que disfrutamos del contacto y disfrute de la Naturaleza.




          En nuestra comarca la población de ciervos ha tenido una explosión demográfica enorme, debido sobre todo a su aprovechamiento para actividad cinegética en los numerosos cotos de caza y, en parte, este enorme número de ungulados ha llegado a constituir en algunas zonas un problema para la conservación y regeneración del bosque. Numerosos lugares de nuestros montes son propicios para poder observar la berrea, pero la mejor opción es contratar algún guía conocedor del terreno o empresa de actividad de aire libre de confianza que, respetando las imprescindibles normas de comportamiento, nos conduzcan con garantías a poder disfrutar de este fascinante espectáculo de la Naturaleza.




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