Valdeinfiernos
Sobre la nomenclatura del valle hay dos
teorías: una se refiere a la impenetrable y exuberante vegetación que convertía
su tránsito en un auténtico infierno y otra propone que en sus alrededores tuvo
lugar una feroz batalla entre musulmanes y cristianos. A saber.
Para llegar aquí tenemos que tomar la salida 73 de la autovía Los Barrios- Jerez; al pasar la rotonda veremos carteles informativos que nos guiarán. Existe un aparcamiento donde podemos dejar el vehículo y tras unos dos kilómetros y medio de camino de tierra que discurre entre alcornoques y quejigos llegaremos a una casa forestal abandonada donde comienza la garganta y el arroyo propiamente dicho, que es un afluente del río Palmones. A partir de aquí podemos apreciar el contraste biológico característico de estas selvas campogibraltareñas. Por un lado, el bosque mediterráneo formado principalmente por el alcornocal y sus especies arbustivas asociadas y por otro los llamados popularmente canutos, que son las gargantas húmedas donde se refugian especies relictas, propias del Terciario, que constituyen la laurisilva, donde destacan por méritos propios las formaciones de rododendros, llamados aquí ojaranzos, que en primavera adornan espectacularmente la garganta con sus llamativas flores. Para poder valorar estas formaciones vegetales hay que pensar que son los restos de un clima tropical húmedo y que llevan en la Tierra unos 10 millones de años; a su lado los humanos somos unos auténticos recién llegados. Alisos, quejigos y multitud de helechos, algunos de ellos auténticas joyas botánicas, conforman el bosque galería.
En la época adecuada encontraremos por los alrededores del sendero diversas especies de orquídeas y en las partes elevadas, en las herrizas, podemos observar una especie de planta insectívora de muy interesante ecología, la Drosophyllum lusitanicum. Además, a lo largo del sendero nos acompañará una formidable banda sonora formada por los cantos y llamadas de la ornitofauna residente o migrante, según la época, formada por carboneros, herrerillos, petirrojos, currucas cabecinegras y capirotadas, zorzales y un afortunadamente largo etcétera de variadas especies. Si vamos despacio y en silencio cabe la posibilidad de encontrarnos con algún ejemplar de corzo morisco, especie residente en estos parajes.
Del aprovechamiento
económico de estos bosques en la antigüedad pueden dar fe los restos de
alfanjes, zonas abiertas donde se hacía carbón con la leña extraída de los
árboles. Dependiendo de la época de la
visita, y en función de la humedad ambiental podemos disfrutar de variedad de
especies de setas. Desgraciadamente,
también hemos podido constatar que, en algunas de las masas de alcornocal del
entorno, la enfermedad de la seca, al igual que en el resto del parque de Los
Alcornocales, ha atacado a algunos magníficos ejemplares acabando con ellos.
Las personas con
dificultades motoras disponen de un tramo adaptado de unos 600 metros donde se
ha cuidado el trayecto para que el tránsito y disfrute del sendero sea lo más
confortable posible. Al terminar este tramo, el sendero abandona el margen del
arroyo y sube hasta zonas abiertas desde donde se puede admirar la
magnificencia de las sierras colindantes.
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